miércoles, 18 de abril de 2012

Determinantes Sociales de la Salud, análisis del documental SICKO

Las disparidades sociales afectan la salud de las comunidades; los efectos adversos que  ocasionan redundan en pobre calidad de vida para los individuos, sus familias y las comunidades en general; lacerando con su injusticia toda una nación. El acceso de los ciudadanos americanos a servicios de salud, más que un derecho ha resultado ser un privilegio, el cual no disfrutan todos por igual.
Millones de norteamericanos, y miles de puertorriqueños, no tienen cobertura médica; unos porque, a pesar de que tienen un empleo, no cuentan con suficientes ingresos para costear un plan médico privado, pero a su vez sobrepasan el límite para cualificar para la cubierta del seguro del gobierno; y otros ciudadanos que por sus condiciones de salud preexistentes (cláusulas establecidas por las aseguradoras) no pueden acceder a una cubierta de salud. Estos seres humanos quedan desamparados en un limbo creado por el gobierno y las poderosas aseguradoras.
En el documental SICKO vemos cómo las personas sufren porque no pueden recibir tratamientos médicos, muchas veces especializados; sus vidas se destruyen, ¿irremediablemente? Son víctimas impotentes de las disparidades sociales y de los determinantes sociales de la salud.
Cuando hablamos de disparidades sociales nos referimos a que existen desigualdades y diferencias entre una cosa o servicio respecto de otros; en este caso sobre la accesibilidad a los servicios de salud de todos los ciudadanos norteamericanos, y al derecho de todos y todas de tener una buena salud holística.
Sin embargo, es importante saber que hay determinantes sociales de la salud que inciden en la calidad de vida de los individuos y de las comunidades. La Organización Mundial de la Salud sostiene que los determinantes sociales de la salud son las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud. Esas circunstancias son el resultado de la distribución del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local, que depende a su vez de las políticas públicas adoptadas.
  Los determinantes sociales de la salud explican la mayor parte de las inequidades sanitarias, esto es, de las diferencias injustas y evitables observadas en y entre los países en lo que respecta a la situación sanitaria.
La Organización Mundial de la Salud, en respuesta a la creciente preocupación suscitada por esas inequidades sanitarias persistentes y cada vez mayores, estableció en el 2005 la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud, para que ofreciera asesoramiento respecto a la manera de mitigarlas. En el informe final de la Comisión, en agosto de 2008, se propusieron 3 recomendaciones:
1)   Mejorar las condiciones de vida cotidianos: Equidad desde el principio (más y mejores servicios desde la infancia), entornos salubres, prácticas justas en materia de empleo y trabajo digno, protección social a lo largo de la vida, atención de salud universal).
2)   Luchar contra la distribución desigual del poder, el dinero y los recursos: La inequidad es sistémica, es decir, es el resultado de normas, políticas y prácticas sociales que toleran, e incluso favorecen, una distribución injusta del poder de la riqueza y otros recursos sociales y del acceso a éstos.
3)   Medición y análisis del problema: Sistema de datos básicos, para establecer política pública.
El acceso y la utilización de los servicios de salud son esenciales para gozar de buena salud y alcanzar la equidad sanitaria. Cada año, más de 100 millones de personas en el mundo se ven reducidas a la pobreza debido a que han de hacer frente a gastos médicos de consecuencias catastróficas para sus familias. En el documental SICKO vemos a personas que pierden su hogar porque tuvieron que gastar su dinero para tratamiento médico de cáncer, una enfermedad de alta incidencia y prevalencia en los EEUU y Puerto Rico; también observamos el testimonio de un hombre que perdió sus dedos en un accidente y logró que le salvaran uno de ellos al pagar $12,000 por él; que un cirujano le colocara el otro dedo le costaba $60,000 y no pudo costearlo, de modo que lo perdió y su mano quedo mutilada. Estas y muchas otras historias horrendas son las vividas por millones de norteamericanos y puertorriqueños cada año.
La nefasta combinación de políticas y arreglos económicos deficientes y una mala gestión de políticas (por parte de los gobiernos y entidades) son responsables en gran medida de que la mayoría de la población del mundo no goce del grado de buena salud que sería biológicamente posible, sostienen los miembros de la Comisión de la OMS.
Si comparamos el Sistema de Salud de los Estados Unidos con los sistemas de salud de otros países que tienen atención de salud universal, encontraremos que en esos países su población es más saludable y que sufren menos enfermedades crónicas por malos estilos de vida, como por ejemplo la obesidad, diabetes, enfermedades del corazón, entre otras.
En SICKO testimonian ciudadanos canadienses sobre los beneficios de su sistema de salud con cubierta universal; todos y todas reciben los mismos servicios y al mismo costo, independientemente su nivel socio económico. Aunque en el mencionado documental se hace referencia directa al Sistema de Salud de Canadá, es importante señalar que la Organización Mundial de la Salud posiciona a Canadá en el “ranking” de mejores Sistemas de Servicios Sanitarios a nivel mundial en el número 30 y a Estados Unidos en la posición 37. Los primeros 10 países y sus respectivas posiciones son: Francia, Italia, San Marino, Andorra, Malta, Singapore, España, Omán, Austria y Japón; de los países latinoamericanos el sistema sanitario que mejor se posiciona es el de Colombia, en el puesto número 22.
Los sistemas de salud de EE.UU. y Puerto Rico gastan una mayor proporción de su producto interno bruto en comparación con cualquier otro país; sin embargo los problemas de inequidad en la accesibilidad de sus servicios son interminables.
Un sistema de salud universal, basado en los impuestos que los individuos pagan al gobierno, de acuerdo a su capacidad financiera, es en muchos países europeos y otras regiones del mundo, siendo el de Alemania el más antiguo, el modelo por excelencia para lograr la equidad en la accesibilidad a los servicios de salud de todos los ciudadanos. 
Cuando algún presidente (Bill Clinton, Barack Obama) ha querido impulsar política publica para mejorar el sistema de salud norteamericano y que se logre la igualdad de todos y todas al acceso a servicios de salud con una cubierta universal ha encontrado una resistencia brutal por parte de las aseguradoras y algunas asociaciones médicas; éstos gastan millones de dólares en cabilderos, quienes presionan a los que tienen capacidad de establecer políticas públicas y cambiar los determinantes sociales de la salud, para que desistan de sus aspiraciones; logrando con éxito detener proyectos de ley que le harían justicia a los más desventajados. ¿Es esto corrupción?
De acuerdo a lo revelado en SICKO nuestra salud está en manos de las aseguradoras, porque son esas poderosas compañías las que deciden qué tratamiento, servicio o procedimiento está autorizado o no. Pero, ¿no es el médico el profesional de la salud experto en cuidar y velar por nuestra salud? ¿Les tienen las aseguradoras las manos atadas a estos facultativos? El sistema gubernamental, ¿a quién favorece?
Un sistema de salud basado en la prevención y promoción de la salud, que logre la accesibilidad de todos y todas a más y mejores servicios de salud, el cual sea justo, equitativo e inclusivo a todas las clases sociales, es la mayor aspiración que todo ciudadano debe tener. Es asunto ministerial de los gobernantes desarrollar política pública que mejore nuestro sistema de salud para que los puertorriqueños y puertorriqueñas podamos tener las mismas oportunidades de disfrutar de buena salud. Un pueblo saludable, en cuerpo, mente y espíritu, redundará en individuos más productivos, menos violencia generalizada y mejor calidad de vida.

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